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   EXISTIÓ OTRA HUMANIDAD

 

 

 

J. J. BENÍTEZ

 

1975

 

 

 

 Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más.      HERNÁN

 

 

 

Para descargar de Internet:

“ELEVEN” – Biblioteca del Nuevo Tiempo

Rosario – Argentina

Adherida a: Directorio Promineo:  www.promineo.gq.nu

Libros de Luz:  http://librosdeluz.tripod.com

Existió Otra Humanidad

Ó1975, Juan José Benítez

Digitalizador: @ Nascav (España)

L-07 – 20/11/03

 

ÍNDICE

 

INTRODUCCIÓN

ESTO ES LA "BIBLIOTECA" PREHISTÓRICA

 

CAPÍTULO 1

UN "PISAPAPELES" DE 140 MILLONES DE AÑOS

 

CAPÍTULO 2

"NOSOTROS LAS SACAMOS"

 

CAPÍTULO 3

EL HOMBRE CONVIVIÓ CON LOS SAURIOS

 

CAPÍTULO 4

SENSACIONAL HALLAZGO EN COLOMBIA

 

CAPÍTULO 5

OCUCAJE: MÁS DE 500 MILLONES DE AÑOS

 

CAPÍTULO 6

"NO SON RECIENTES"

(DICTAMEN DE LA UNIVERSIDAD DE BONN)

 

CAPÍTULO 7

EL COMETA KOHOUTEK, GRABADO EN LAS PIEDRAS

 

CAPÍTULO 8

"ATLÁNTIDA ES EUROPA"

 

CAPÍTULO 9

UN TESTIMONIO DESCONCERTANTE:

"PÁJAROS MECÁNICOS" Y REPTILES VOLADORES "TRIPULADOS"

 

CAPÍTULO 10

HUYERON A PLÉYADES

 

CAPÍTULO 11

"TRASPLANTES" HACE MILLONES DE AÑOS

 

CAPÍTULO 12

LOS INCAS CONOCIERON LAS PIEDRAS

 

CAPÍTULO 13

LA OPINIÓN DE LOS ARQUEÓLOGOS OFICIALES

 

CAPÍTULO 14

¿MÁS DE UN MILLÓN DE PIEDRAS?

 

CONCLUSIÓN

 INTRODUCCIÓN

 

Hasta ahora el hombre sólo había logrado soñar, nada más, con remotas civilizaciones. A lo sumo —y después de no pocos esfuerzos—, algunos estudiosos se habían encontrado con esporádicas y tímidas prue­bas de la existencia de otros hombres, de otras cultu­ras e imperios que nunca se habían remontado en la Historia más allá de los 10.000 ó 15.000 años.

Intencionadamente he querido pasar por alto los últimos hallazgos de la Paleontología. Hasta hoy, el «hombre de Leakey» —última sorpresa para los que siempre han amarrado al ser humano a una edad máxima de un millón de años— constituye tan sólo un hecho aislado. Trascendental, eso sí, pero perdi­do. Único. Sin más compañía —al menos por el mo­mento— que la vejez del barranco africano de Oldu­vai, donde Leakey desenterró con emoción el cráneo de un «australopithecus» que caminó por aquellas tierras de Tanzania hace ya unos tres millones de años.

«Es la más antigua reliquia» —dijeron los sabios— del primer "hacedor de útiles", del Homo habilis».

Estos paleontólogos ignoraban entonces —y posi­blemente también hoy— que en un lugar de Perú, en un desierto blanco y pedregoso del Departamento de Ica, un médico peruano había descubierto la más es­tremecedora, rotunda y completa prueba de la exis­tencia de otra civilización —de otra Humanidad di­ría yo— que pobló el planeta, no hace miles de años, sino posiblemente millones.

Esta vez no se trataba de simples o complicadas teorías sobre la existencia de hombres remotos. Esta vez no eran especulaciones. Ni tampoco fantasías de visionarios.

Esta vez —y para asombro de cuantos hemos te­nido la gran fortuna de ver y tocar aquel tesoro— se trataba de pruebas materiales. Miles de pruebas.

Porque el doctor Javier Cabrera Darquea había logrado reunir y salvar en su casa de la plaza de Armas de la ciudad de Ica hasta un total de 11.000 piedras en las que aparece grabado el más revolu­cionario y antiquísimo «mensaje» de que tenemos noticia.

Once mil piedras de todos los tamaños donde otra Humanidad distinta y distante recopiló la esencia de su experiencia y sabiduría.

Once mil piedras grabadas con conocimientos de Medicina, Zoología, Astronomía, Astronáutica, Bio­logía, Geografía, Religiones, Derecho, etc., que han hecho palidecer nuestra soberbia civilización.

Éste, simplemente, es el objetivo que me he traza­do a la hora de poner en orden mis entrevistas e in­vestigaciones con el descubridor y máximo conoce­dor de esta «biblioteca» en piedra: tratar de cooperar, en la medida de mis posibilidades, a la máxima difu­sión de un hallazgo que, por el momento y sólo por el momento, está iniciando su andadura con el paso lento de todos los grandes y revolucionarios descubri­mientos de esta Humanidad.

Conocí al doctor Cabrera en agosto de 1974. Allí, en mi primer viaje a Perú como enviado especial de mi periódico, y mientras trabajaba en otros reporta­jes, tuve la inmensa fortuna de estrechar un día la mano de Javier Cabrera Darquea, así como de recibir el latigazo de la sorpresa al contemplar a mi alrede­dor la referida «biblioteca» de piedra.

Las explicaciones de Javier Cabrera Darquea y la aplastante realidad de aquellos miles de cantos roda­dos me apasionaron. Y durante todo el tiempo que siguió a la publicación de aquellos mis primeros re­portajes sobre las piedras grabadas de Ica —en octu­bre de dicho año—, procuré seguir al detalle las investigaciones y progresivos descubrimientos que el médico iqueño ha venido realizando sobre la inmen­sa «enciclopedia prehistórica».

La trascendencia del hallazgo me llevó de nuevo a viajar a Perú. Y durante inolvidables y apretados días de enero de 1975 pude conversar de nuevo con el investigador, enriqueciendo mi espíritu con este testi­monio único en el mundo y que —sinceramente— no dudo en calificar como el más importante descubri­miento de esta Humanidad que, desde ahora, ya no podrá considerarse como la primera que pobló el planeta llamado Tierra.

Todo cuanto en estas páginas se detalla, insisto, no está respaldado por la imaginación o por especu­laciones sin base. Todo cuanto en mis numerosas ho­ras de conversación con Javier Cabrera Darquea que­dó grabado en mi magnetófono tiene detrás —nada más y nada menos— que la presencia de miles y mi­les de piedras que han sido grabadas por la mano de seres cuyas figuras se asemejan a las del hombre.

 

Todo en este trabajo tiene los cimientos que propor­cionan esos 11.000 «libros» en piedra que, a lo largo de nueve años, ha rescatado Cabrera del olvido o de la destrucción.

Es, por tanto, la primera vez que el ser humano dispone de pruebas suficientes como para afirmar, rotundamente, que alguien, antes que él, conoció de los secretos de la cirugía, de los vuelos espaciales, de la caza y destrucción de los animales que le ame­nazaban, de los continentes que constituían el mun­do, de la flora y de la fauna que le dieron compañía entonces y, en fin, de las estrellas que daban vida a aquel firmamento que, quizá, resultase tan bello como el nuestro...

Todo esto y mucho más, todavía por descubrir, está ahí, en un desierto peruano llamado Ocucaje, en el Departamento de Ica. Todo esto y mucho más está a disposición del mundo entero, que ha temblado ya ante lo que dicho «mensaje» puede significar.

 

 

 

ESTO ES LA «BIBLIOTECA» PREHISTÓRICA

 

Pero no puedo esperar. Mi impaciencia por mos­trar lo que en realidad abarca la «biblioteca» lítica es tal que no he querido someter al lector al lento des­cubrimiento de la misma, a través de las páginas de este libro. Por eso he trazado este resumen previo. Por eso desearía ahora tener la magia de la imagen y ofrecerles de un solo golpe —en un abrir y cerrar de ojos— lo que encierra y supone este escalofriante mensaje.

Aunque la colección que ha logrado reunir el pro­fesor Cabrera Darquea desde hace nueve años suma la considerable cifra de 11.000 piedras, el número real de estos «libros» prehistóricos que constituyen la formidable «biblioteca» es incalculable.

El propio doctor iqueño me aseguró que, en estos momentos —y esparcidas por todo el Perú y otros paí­ses— podríamos contabilizar otras 40.000 piedras más.

Pero, necesariamente, sólo puedo referirme ahora a esas 11.000 pruebas, que no es poco...

Después de largos años de investigación, Javier Cabrera ha logrado descubrir que la «biblioteca» se encuentra dividida en «series» o «secciones», forma­das a su vez por distintos volúmenes de piedras. Y he aquí las más importantes:

 

SERIE QUE MUESTRA CONOCIMIENTOS DE MEDICINA

 

Ante mi asombro, pude comprobar cómo aquella remota Humanidad dejó grabados múltiples conoci­mientos de cirugía.

Allí, en el centro de estudio de la plaza de Armas de Ica, Javier Cabrera Darquea ha reunido decenas de piedras —de todos los tamaños— en que se «expli­ca» cómo dicha civilización practicaba «trasplantes» de corazón, de cerebro, riñón, hígado...

Allí pude ver cómo la Humanidad «gliptolítica» —como así lo califica Javier Cabrera— había resuel­to el problema del «rechazo» en los trasplantes de ór­ganos.

Allí pude contemplar, anonadado, grabaciones don­de aparecían cesáreas y partos con acupuntura.

Allí contemplé, desconcertado, cómo los hombres que dejaron este «mensaje» sabían del «trasplante», de las claves genéticas y de la conservación de los cuerpos, una vez consumadas las operaciones de «trasplante».

Allí escuché, en fin, las explicaciones del investi­gador iqueño sobre los sistemas electrónicos que controlaban las más vitales funciones biológicas del hombre, mientras éste permanecía en la mesa de operaciones.

 

SERIE DEDICADA A LA ASTRONOMÍA

 

Si alucinante era la «sección» de la «biblioteca» destinada a la Medicina, no lo es menos la que esta Hu­manidad reservó para sus conocimientos del Universo.

En una de las más fascinantes piedras que con­serva Javier Cabrera Darquea —obtenida por él en 1970—, estos seres que poblaron el planeta mucho antes que nosotros habían grabado ya las trece cons­telaciones conocidas hoy por el hombre.

Pero había más, mucho más, en dicha mole de trescientos kilos.

Allí supe cómo medían su tiempo los hombres «gliptolíticos».

Allí me mostró el profesor Cabrera los lugares de nuestro firmamento donde —según esta remota Hu­manidad— existía VIDA vegetal, animal o inteligente...

Y allí, especialmente, conocía otro hecho que me paralizó: aquella civilización había grabado el paso de un cometa que —muchos millones de años des­pués— iba a ser visto también por el ser humano: el llamado hoy Kohoutek.

 

SERIE SOBRE ASTRONÁUTICA

 

Pero las sorpresas no han hecho sino empezar. Porque, ¿cómo podían conocer dichos seres que exis­tía VIDA en lejanos astros y nebulosas?

Sencillamente, su tecnología les había permitido salir al espacio. Y así lo vi en cientos de piedras en que estaban grabados los «pájaros mecánicos» a cu­yos lomos surcaban los aires estos seres.

En esta «biblioteca» alucinante conocí igualmen­te los sistemas empleados por el hombre de entonces para vencer la gravedad, para salir al Cosmos sin necesidad del combustible y de la fuerza que hoy preci­san nuestros cohetes.

Allí estaba —¡oh gran sorpresa!— la explicación a los dibujos y pistas de Nazca.

En esta serie, además, pude detenerme a placer en dos grandes piedras donde —según las investiga­ciones de Javier Cabrera— habían sido grabados los hemisferios de un planeta que no era la Tierra... Un planeta en que existió y quizá exista todavía la VIDA. Un planeta que guarda la respuesta a la más antigua y profunda pregunta del hombre de nuestra Era...

Pero, no adelantemos acontecimientos.

 

SERIE SOBRE ANIMALES PREHISTÓRICOS YA DESAPARECIDOS

 

Pero en esas piedras donde Cabrera me mostró los «pájaros mecánicos» había también algo más.

Hombres provistos de aparatos que recuerdan nuestros catalejos y que aparecen montados sobre el lomo de dichos y singulares «pájaros», «buscan» a los grandes saurios que la Paleontología dio por de­saparecidos hace más de sesenta millones de años.

Y en esas y otras muchas piedras pude ver las fi­guras de estos hombres de grandes cráneos y peque­ña estatura que persiguen y matan los más diversos tipos de dinosaurios: stegosaurus, triceratops, igua­nodontes, etc.

Son piedras en las que el hombre CONVIVE con los grandes saurios...

Son piedras donde se muestran los «ciclos bioló­gicos» de estos monstruos prehistóricos...

Son piedras que, precisamente, dan la solución a esa formidable incógnita que flota todavía sobre nuestra Ciencia: ¿por qué desaparecieron súbita y totalmente de la faz de la Tierra estos enormes y resistentes animales?

 

SERIE DEDICADA A LOS ANTIGUOS CONTINENTES

 

Todas las piedras y todas las series están vincula­das entre sí. Y buena prueba de ello era esta nueva «sección», que reflejaba los hemisferios oriental y oc­cidental del Planeta, grabados en dos pesadas pie­dras...

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