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LOS IMPOSTORES
ALFRED BESTER
Descubrimiento
No sé cómo me verá el resto del mundo, pero a mí me parece haber sido como un niño
que juega en la playa y se divierte cuando encuentra, de cuando en cuando, un guijarro
más suave o una concha más bonita que de costumbre, mientras el gran océano de la
verdad yace ante mí, inexplorado.
ISAAC NEWTON
Llevaba un mono con blindaje antirradiación. De color blanco. Lo que significaba que
pertenecía a la clase de los ejecutivos. También llevaba un casco blanco con la visera
bajada. Iba armado, como todos los ejecutivos en aquella instalación cuasimilitar.
Caminó firmemente por la pista de cemento, iluminada por grandes focos, hacia el
gigantesco hangar que se alzaba en la noche. Su seguridad era avasalladora.
Junto al hangar, parecido a la cúpula de un observatorio, una escuadra de guardia con
uniformes negros dormitaba ante la puerta de entrada. El ejecutivo pegó al sargento
una patada brutal, pero desapasionada. El jefe de la escuadra dejó escapar una
exclamación y se puso en pie de un salto, imitado por el resto de los hombres. Abrieron
la puerta para el hombre del mono blanco, que avanzó hacia la cerrada oscuridad.
Entonces, casi como si acabara de ocurrírsele, se volvió hacia la luz, contempló a los
soldados —que seguían firmes, temerosos y atentos—y también desapasionadamente,
mató al sargento.
Dentro del hangar no había luces, sólo sonidos. El ejecutivo habló tranquilamente a la
oscuridad.
—¿Cómo te llamas?
La respuesta fue una secuencia de pitidos binarios, agudos y graves.
—En binario, no. Cambia a fonético. ¿Cómo te llamas? Respuesta.
La respuesta fue tan tranquila como la pregunta. Pero no venía de una sola voz, sino
de un coro de voces, hablando al unísono.
1
—Nuestro nombre es R-OG-OR 1001.
—¿Cuál es vuestra misión, Rogor?
—Obedecer.
—Obedecer, ¿a qué?
—A nuestro programa.
—¿Habéis sido programado?
—Sí.
—¿En qué consiste vuestro programa?
—Transporte de pasajeros y carga hasta la Cúpula de la Universidad OxCam, en
Marte.
—¿Aceptaréis órdenes?
—Sólo de entidades autorizadas.
—¿Estoy autorizado?
—Tu impronta de voz está programada en el banco de órdenes. SÍ.
—Identificadme.
—Te identifico como Ejecutivo de Primer Nivel.
La respuesta volvió a ser una serie de pitidos graves y agudos.
—Ésa es mi identificación estadística. ¿Cuál es mi nombre social?
—No ha sido computado.
—Lo recibiréis ahora, y lo asimilaréis a mi impronta de voz.
—Circuitos abiertos.
—Soy el doctor Damon Krupp.
—Recibido. Computado. Asimilado.
2
—¿Estáis programados para inspección?
—Sí, doctor Krupp.
—Abríos para inspección.
La cúpula del hangar se dividió lentamente en dos hemisferios, que se abrieron para
dejar paso a la suave luz del cielo estrellado, permitiendo ver la nave de dos plazas con
la que Krupp había estado hablando. Erguida sobre la profunda fosa de las toberas,
guardaba un asombroso parecido con un gigantesco samovar de la antigua Rusia:
pequeña punta en forma de corona, ancho cuerpo cilíndrico con unos salientes que
podrían haber sido unas extrañas asas, todo ello apoyado sobre una base cuadrada de
cuatro patas que, en realidad, eran las bocas de los cohetes.
Una escotilla abierta en la base inundaba el hangar con la luz procedente del interior
del vehículo—la nave no necesitaba troneras—. Krupp subió dos peldaños y entró. R-
OG-OR 1001 estaba sorprendentemente recalentada. Krupp se quitó la ropa, y se
arrastró por el suelo para subir hasta el tablero de control, en la corona del samovar.
(La escalada no supondría ningún esfuerzo en el espacio, sin gravedad.) En el vientre
de la nave descubrió los motivos de aquel calor tropical: una mujer desnuda juraba y
maldecía sobre el equipo de mantenimiento que rodeaba una incubadora transparente.
Examinaba el problema sin demasiada habilidad, como un pulpo.
Era su ayudante, la doctora Cluny Decco. Krupp nunca la había visto desnuda, pero
habló con una voz controlada que no traicionaba lo placenteramente sorprendido que
estaba.
—¿Cluny?
—Sí, Damon. Ya te he oído intercambiar cumplidos con la nave. ¡Oh! ¡Maldita sea!
—¿Problemas?
—Esta jodida bomba de oxígeno tiene mal genio. Ahora la ves, ahora no la ves. Podría
matar al niño.
—No se lo permitiremos.
—Tampoco podemos correr riesgos. Después de cuidar y alimentar a nuestro feto
durante siete meses, no pienso dejar que un cacharro nos lo destruya.
—No es la maquinaria, Cluny. Lo que altera las lecturas y obstruye la bomba de
oxígeno es la presión ambiental. Todos estos aparatos han sido diseñados para el
espacio, y en el espacio funcionarán.
3
—¿Y si no es así?
—Romperemos la incubadora y le haremos la respiración boca a boca.
—¿Romper este trasto? ¡Cristo, Damon! Sólo para abrirla ya hace falta un martillo
pilón.
—No lo tomes al pie de la letra. Hablaba de romperla en términos de procedimiento.
—Oh.—La chica se arrastró para levantarse, con la piel y el temperamento echando
humo. Krupp nunca la había encontrado tan deseable—. Lo siento. Nunca he tenido el
menor sentido. Del humor.—Le dirigió una mirada extraña—. ¿Lo del boca a boca
también era un chiste?
—Eso no —replicó Krupp, atrayéndola hacia sí—. Llevo prometiéndome esto desde
que nuestro niño fue decantado, Cluny. Ahora ya ha nacido.. .
Y ésta es la razón de que R-OG-OR 1001 se estrellara en Ganímedes.
La nave se salió de su rumbo por un golpe fortuito de una partícula cósmica en el
sistema direccional. Una posibilidad entre un millón. Pasa a veces, y se corrige
manualmente. Pero Krupp y Decco tenían demasiada fe ciega en sus computadoras y
estaban demasiado inmersos en la mutua pasión. Así que los tres cayeron: el hombre,
la mujer y el niño de la incubadora.
Todo esto comenzó en la Isla Jeckyll (no tiene nada que ver con Mr. Hyde), donde
comienza la historia. Me enorgullezco de saberlo, porque suele ser raro descubrir el
primer eslabón en una cadena de acontecimientos. No me enorgullezco de estar
usando una percepción retrospectiva de 20-20, puesto que mi trabajo debería ser una
percepción prospectiva de 20-20. Ya veréis por qué cuando avancemos unos cuantos
eslabones más en la cadena.
Me llamo Odessa Partridge, y estaba en una posición única para descubrir, a veces
incluso reconstruir, los acontecimientos que precedieron y siguieron a los hechos, para
ponerlos en la secuencia correcta en esta historia.
Exempli gratia
: he empezado con el
encuentro en R-OG-OR 1001, del cual no supe nada hasta mucho después, y aun así
gracias a los cotilleos que seguían circulando por Cosmotron Gesellschaft. Aquello
respondía a muchas preguntas, pero demasiado tarde. De todos modos, sólo fue un
hallazgo fortuito: yo andaba buscando otra cosa.
Por cierto, si parezco un poco frívola en mi manera de hablar, es porque este trabajo
puede llegar a ser tan condenadamente agotador que el humo es el único remedio
eficaz. Dios sabe que las siniestras pautas generadas en la Isla Jeckyll, que
atormentaron las vidas del Sintetista de Ganímedes, La Duende de Titania, y la mía
propia, necesitaron de todo mi humor.
4
Ahora, echemos un vistazo a los hechos que rodean este primer eslabón de la cadena.
Cuando Cosmotrón planeó su Planta Energética de Metástasis, amenazó, chantajeó,
sobornó y, por fin, obtuvo permiso para construir la Isla Jeckyll en la costa de Georgia.
Tardaron un año en expulsar, incluso en matar, a los intrusos y ecologistas
atrincherados en la reserva Greenbelt. También dedicaron ese mismo año a limpiar la
basura, los desperdicios y los cadáveres que dejaran los ilusos. Luego rodearon la Isla
Jeckyll con 1.500 megavoltios que garantizaban la privacidad, y construyeron la planta
de energía.
Para la producción, necesitaban aparatos largo tiempo abandonados y olvidados. Pasó
otro año mientras exploraban y asaltaban museos, buscando maquinaria antigua.
Entonces descubrieron que su joven y brillante ingeniero, con todo su doctorado, no
tenía ni la más remota idea de cómo funcionaban aquellas antiguallas. Contrataron a
un experto en personal de alto nivel, que sacó de su retiro a ancianos profesores y le
pusieron bajo contrato para manejar el Apparat que sólo ellos comprendían. El experto
fue elevado al cargo de supervisor. Era el doctor Damon Krupp, que se había
licenciado en Psicología Empresarial.
La tesis doctoral de Krupp versó sobre la corea de Huntington (Baile de San Vito), una
asombrosa exploración del concepto de que la enfermedad incrementaba el potencial
intelectual y creativo del paciente. Fue un trabajo tan impresionante, causó tal revuelo,
que sus detractores, decían, “Krupp tiene el Baile de San Vito, y San Vito tiene el de
Krupp”.
Aún seguía estudiando la potenciación del intelecto, cuando la planta Cosmotrón abrió
sus puertas a un peligroso experimento. Cosmotrón sintetizaba todos los elementos de
la tabla periódica, desde los que tenían un peso atómico de 1,008 (hidrógeno) a los de
259,59 (asimovio) mediante un proceso metastásico que duplicaba en miniatura la
reacción solar termonuclear. Los productos radiactivos eran un peligro constante, y el
personal tenía que utilizar siempre trajes blindados. Pero la radiación inspiró el
experimento de Krupp: Potenciación Fetal Generada con Maser por Emisión Conjuntiva
de Radiación.
Su ayudante, Cluny Decco, doctora en medicina, se sintió encantada de participar.
Sobre todo, porque estaba perdidamente enamorada de Krupp, pero también porque le
encantaba tratar con maquinaria. Juntos, diseñaron e instalaron el equipo de
laboratorio para lo que llamaban “El Experimento Pofmecra”. Por supuesto, era un
acrónimo de Potenciación Fetal Generada, etc. Entonces llegó el problema del material.
Aquí intervino Cluny.
Disimuló anuncios sobre abortos gratuitos en todos los medios de comunicación de
Georgia. Juntos, hicieron un estudio físico y psicológico de todas las candidatas, hasta
que apareció la ideal. Era una chica de montaña, alta, morena, hermosa, con la aguda
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